Del relato comunista K al relato libertario L, ambos, relatos. En la economía argentina actual, tal como en 2023, todo es una verdad a medias. En estos dos meses, si más o menos a un asalariado argentino le estuvieron aumentando el sueldo al ritmo de la inflación, significa que en dólares dicho salario se incrementó aproximadamente un 35%, lo cual sería fantástico si viviésemos en un país saneado como Noruega pero vivimos en Argentina y por lo tanto, este equilibrio general comienza a arrojar señales preocupantes entendiendo que los que impiden la convergencia hacia algo normal son los mismos de estos últimos ochenta años. Pareciera que vivimos en la Argentina del “no a todo”, una Argentina que desesperadamente necesita cambiar, pero con una notable resistencia política que lo impide sistemáticamente, muy a pesar del costo que dicha actitud genera para la mayoría de los argentinos.
La resistencia política le impide al gobierno
reestructurar la economía y normalizar su funcionamiento. La sorprendente y
hasta inexplicable apreciación del peso vs el dólar es uno de varios síntomas
de una economía que en esencia sigue siendo kirchnerista no por voluntad del
gobierno sino por imposición de la oposición. En el mejor de los casos, lo
único bueno y no es poco, que este gobierno tendrá para mostrar en las
elecciones de 2025 se refiere a una fuerte desinflación y con dicho resultado intentar
ganar contundentemente las legislativas y conseguir de esta forma, las mayorías
necesarias para hacer el resto, un resto que el congreso opositor se niega a
acompañar. Me sorprendería que se pueda avanzar en conceptos de cambio
estructural antes de 2025 y tengo la sensación de que el gobierno lo sabe.
La Argentina libertaria hasta ahora es solo un
maravilloso relato de ideas ortodoxas que son permanentemente frenadas por la oposición,
cuyo objetivo aparente es que este intento de cambio se diluya. El desafío libertario
es empezar a transformar relato en realidad con las mayorías necesarias en
2025, antes, la oposición se encargará probablemente de impedirlo. La gran
pregunta es si el pueblo argentino, caracterizado por miopía y fulminante
ansiedad a escala, será consciente de esto y banque las ideas libertarias o
vuelve a su viejo y peronista amor, como siempre lo ha hecho.
El 2001. Muchos de los pesos del sistema están
atrapados en el cepo, y es precisamente este cepo, el que hace que nuestra
economía funcione totalmente al revés. Tengo la sensación de que el objetivo
principal de este gobierno dado que la oposición le viene diciendo que no a
todo es desinflacionar rápido, como sea. Escucho a varios analistas económicos
que arrojan series históricas del tipo de cambio real y lo comparan con éste
actual, argumentando que bajo esas condiciones relativas el dólar no estaría
barato. Mi respuesta a dichas comparaciones es muy simple: el único punto en el
tiempo comparable con esta realidad crítica que vivimos es el 2001 y la forma
en la que salimos de ese drama fue abaratándonos en dólares de manera
formidable. Ahora, somos pobres y nos estamos poniendo “caros” en dólares. En
2001 éramos pobres y decididamente muy “baratos” en dólares.
La desinflación como único resultado posible y
positivo hasta 2025. Da la sensación de que un dólar planchado tiene un objetivo
excluyente: desinflacionar más rápido. El gobierno sabe que deberá darles a los
argentinos una buena noticia en breve y la única que tiene y tendrá hasta 2025
es la desinflación. La oposición prebendaria no permite otra cosa y por lo
tanto, la cirugía que hoy debiera hacerse de manera urgente deberá esperar en
el mejor de las casos hasta 2025. El cepo le permite generar un ancla cambiaria
basado en la depreciación del dólar contra el peso. El cepo es la forma de
generar un ancla ficticia de alguna manera con la intención de incrementar la
velocidad de la desinflación. Esta estrategia parece insostenible a largo plazo
en especial cuando uno lo compara con otros episodios de “dólar barato” en
nuestra tumultuosa historia económica, los cuales jamás culminaron bien. Ojalá
esta vez sea la excepción.
Cuando finalmente se libere la cantidad de
pesos atrapados en el cepo, recién ahí sabremos el verdadero valor de las cosas.
Lo irónico de todo esto es que la distorsión (cepo) se convierte en herramienta
para eliminar otra distorsión (inflación). Quizá no se pueda hacer otra cosa,
pero suena muy extraño al oído. Liberar el cepo y dejar que todos los precios
se sinceren inmediatamente sería una decisión muy liberal, pero parece que esta
vez optamos por una decisión más keynesiana del problema en reacción probablemente
a una fortísima restricción política.
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