Política antiinflacionaria de Argentina y Estados Unidos: tasa de referencia vs agregados monetarios
Existen dos formas principales de implementar una política monetaria anti-inflacionaria
en la actualidad. Por un lado, tenemos el enfoque que aplican los principales
bancos centrales del mundo basado en “inflation targeting” lo cual de alguna
manera significa ir impactando a toda la curva de tasas de interés a partir de
su punto inicial definido como la tasa de referencia y con ello afectar a la economía
real vía enfriamientos múltiples principalmente apuntados hacia el consumo
llegando al objetivo planteado de inflación anual (el “target”). El Banco
Central más conocido en este frente obviamente es la Reserva Federal de Estados
Unidos que con una periodicidad cercana a unas cuatro semanas (FOMC) le viene
informando al mercado su respectivo nivel de tasa de referencia (5.25% actual) y
a partir de dichos anuncios y de la verborragia utilizada por la Reserva
Federal en cada decisión de política monetaria varios mercados ajustan inmediatamente.
Por un lado, tenemos a los futuros de tasa de referencia que se alejan del
nivel spot de dicha tasa y por el contrario comienzan a anticipar el futuro
ritmo de evolución de dicha variable a lo largo del tiempo y eso le provee al
mercado un sendero esperado de los futuros niveles spot de dicha tasa de
referencia digamos, en los próximos tres años. El nivel para diciembre 2024 que
el mercado de futuros espera es actualmente de 5% para la tasa de referencia
norteamericana. De esta forma, la Fed contagia al sendero de tasa de referencia
y le provee al mercado una variable clave: dinámica futura esperada de tasa de referencia
a tres años vista.
Lo que define esta secuencia de tasas de referencia aproximadas a partir
del mercado de futuros, son las expectativas que se van construyendo respecto a
dos variables claves. Por un lado, el sendero de inflación esperada a lo largo
del tiempo y por otro, el ritmo de crecimiento o recesión que la economía
norteamericana podría mostrar también, a lo largo del tiempo. Una vez definida
la secuencia de tasas de referencia esperadas, el resto de la parte corta de la
curva de tasas de interés (hasta tres años aproximadamente) ajusta
inmediatamente utilizando un principio básico de arbitraje. Si por ejemplo, uno
estuviera analizando la yield de un bono soberano norteamericano a 1 año, un
inversor que decidiera loquear dicha tasa lo va a hacer de manera consistente
con la secuencia de tasas de referencia priceadas en el mercado de futuros. La
lógica es muy sencilla: uno podría estar roleando a un día permanentemente en
la curva de tasa de referencia o por el contrario, podría loquear el
rendimiento de un bono a 1 año y en esta doble opcionalidad resulta un nivel de
indiferencia de tasa de 1 año que dejaría breakeven (empatado) al inversor
entre una y otra opción. Esto precisamente es lo que determina la yield de 1
año (1yr) dada una secuencia priceada por el mercado de futuros de tasas de
referencia y el arbitraje resultante. Lo propio ocurre para la tasa de 2 años y
3 años y esto básicamente entra en lo que se califica normalmente como la parte
corta de la curva de tasas de interés, la cual queda muy relacionada a
coyuntura de corto plazo. Nuevamente, el actor que tiene un rol excluyente en
afectarlas es la mismísima Fed a través del nivel spot que decide para su tasa
de referencia y de lo que “dice” (wording). El “wording” de la Fed resulta
extremadamente importante, más allá de las medidas que eventualmente decida.
Respecto a la parte larga de la curva, si nos concentramos por ejemplo en
la yield del bono de 30 años, obviamente la incertidumbre que se pricea en
dicho bono implica treinta largos años de ruido por lo que la coyuntura
monetaria suele tener un impacto muy inferior en bonos largos que en bonos
cortos. En los bonos largos actualmente lo que viene pesando muy
sustancialmente es un déficit norteamericano fuera de control y un
endeudamiento que se proyecta que para 2030 supere ya los niveles alcanzados
como ratio de PBI en la Segunda Guerra Mundial (125%). Claramente, la política
fiscal encarada por el presidente Juan Domingo Biden es sumamente keynesiana y
se basa en la noción de un excesivo gasto público que se financia
principalmente con la emisión de bonos lo cual viene generando una secuencia de
incremento de deuda sobre PBI que ya se acerca en breve a los niveles de la
Segunda Guerra Mundial. Queda claro que la parte larga de la curva es bastante
independiente de los avatares inflacionarios que vive Estados Unidos en su
coyuntura inmediata.
Y del otro lado de la ecuación viene Argentina, un país que hace solo unos
meses atrás venía corriendo con una inflación mensual del 25% al borde de una híper
y ahora dicha cifra ya se acerca al 11% incluso con expectativas de mediano
plazo apuntando a una fortísima desaceleración inflacionaria que podría
llevarnos claramente a los niveles mínimos de un dígito de caras a cierre de
año, lo cual sería un resultado maravilloso y altamente probable. Siempre hay
que evaluar a un gobierno con las restricciones con las que comienza y con la
herencia que recibe. En este sentido, las condiciones iniciales con las que se asumió
rondaron lo apocalíptico y bajo ese contexto son muy relevantes los avances que
viene consiguiendo en materia inflacionaria y a pesar de todas las distorsiones
que ese mismísimo proceso viene generando especialmente en un sistema de
precios relativos que actualmente exhibe valores esotéricos y que necesitará al
menos cinco años para comenzar a converger hacia algún atisbo de normalidad, lo
cual también tiene sentido dada la herencia recibida. En esta coyuntura y dada
las enormes limitaciones que exhibe el mercado de capitales argentino, los mecanismos
de transmisibilidad de las tasas de interés hacia la economía real son muy
limitados, lo cual sugiere que en estos contextos quizá tenga más sentido
utilizar un enfoque anti-inflacionario diferente al implementado en Estados
Unidos y basado por lo tanto en un control de agregados monetarios.
Esto es precisamente lo que se viene observando desde la asunción del gobierno
libertario en el sentido que se avanza ejecutando una fortísima reducción de la
oferta monetaria real en pesos y este concepto es uno de los principales
ingredientes para la desinflación que se observa en estos últimos meses. Lo
irónico de todo esto es que se utiliza a la inflación que es “el problema a
resolver” como el principal aliado de una licuación de gasto público y oferta
monetaria real que en las condiciones actuales permite “desinflacionar”. O sea,
la “altísima inflación heredada spot” por este gobierno a través de una
fortísima reducción de oferta monetaria real vine ocasionando “desinflación
futura”, lo cual en sí mismo es una de esas tantas ironías que presenta una
economía única en el mundo como es la Argentina. Lo cierto es que a pesar de
una multiplicidad de distorsiones, este enfoque viene funcionando y eso
probablemente le permita al gobierno libertario generar en los argentinos la
primera gran noticia de cara a cierre de 2024: “notable desinflación”. Hasta
tanto ello no ocurra es imposible esperar una recuperación económica, aspecto
que seguramente será encarado a inicios de 2025 para lograr una dinámica
expansiva en la economía real y llegar a las elecciones legislativas con “dos”
buenas noticias: desinflación y reactivación. Es posible.
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