Especialmente desde el 2008, momento en donde se genera la crisis financiera norteamericana, se puso muy de moda que la Reserva Federal y el resto de los bancos centrales del g10 emitan moneda papel en cantidades bíblicas generando como contrapartida la suba exponencial de activos financieros como una forma de ocultar los severos problemas fundamentales que padecen sus respectivas economías. Es tan enorme lo que se lleva emitido desde el 2008 que ya perdí la cuenta, pero esta realidad no pasa desapercibida por el mercado financiero que hace meses ya comenzó a rotar fuertemente desde las monedas papel del g10 con emisión espuria y sus respectivas deudas soberanas, hacia activos de valor real, especialmente destinados a metales preciosos y básicos tales como oro, plata, platino y cobre, por mencionar algunos. Es probable que esta rotación en favor de metales preciosos sea solamente el inicio de un incipiente bull market de largo plazo ante un mercado que se le planta a la Reserva Federal y le dice que emitir descontroladamente ya no tiene la eficacia que solía mostrar años atrás: QE simplemente, dejó de ser sorpresa.
A esta realidad de obscena emisión monetaria con el único objetivo de reflacionar
activos financieros y tapar el sol con la mano, se le suma la de un serio drama
fiscal en Estados Unidos con déficits y niveles de endeudamiento que se acercan
a los de la Segunda Guerra Mundial, implicando un exceso de keynesianismo
absolutamente inaceptable e innecesario que se asemeja mucho más a un esquema
peronista clásico que a uno norteamericano. De esta forma, el mercado hace
tiempo ya comienza a percibir que la realidad monetaria y fiscal de Estados
Unidos en particular y del resto de los principales países del g10 en general,
ha significado en estos últimos quince años emisión monetaria espuria, déficits
en exceso descontrolados y un endeudamiento que los asemeja a los de un país
emergente en problemas. Quizá estemos frente a un notable punto de inflexión caracterizado
por un incipiente proceso de sinceramiento del mercado hacia los bancos
centrales reflejando preferencias por activos capaces de capturar valor real
como el oro por ejemplo, y en reconocimiento del absoluto fracaso de las
monedas papel que han servido como instrumentos de una sistemática licuación
incluso, con perversas consecuencias inflacionarias.
El rally del oro por ejemplo, es la expresión de un mercado que le dice a
la Reserva Federal que su política monetaria en los últimos quince años ha sido
un absoluto esquema Ponzi con activos financieros permanentemente quebrando máximos
no por un reflejo fundamental sino como la expresión de una corrida contra el dólar
hacia cualquier cosa que permita preservar valor y escapando por lo tanto, de
su sistemática licuación. La hiper-licuación del dólar no se percibe si uno
intenta medirla en términos de euros o yenes o cualquier otra moneda papel que
pulule por el Planeta Tierra. La razón es que todas vienen haciendo mas o menos
lo mismo, por lo que ninguna se puede ni apreciar, ni depreciar considerablemente
por sobre la otra dado que los excesos monetarios y fiscales están en todas partes.
Sin embargo, el drama de las monedas papel se evidencia claramente si uno calcula
cuánto Nasdaq por ejemplo, podía compra el dólar hace diez años respecto a lo
que puede adquirir hoy. Contra activos financieros, la debacle del dólar, del
euro y del yen, por citar las tres monedas mas relevantes del mercado, ha sido estrepitosamente
bíblica y refleja la permanente huida reflacionaria de un mercado que percibe a
la Fed como un sistemático ente generador de inflación ya sea en activos financieros,
en activos reales o en ambos, como ha sido el caso en estos últimos tres años
post-COVID.
Y en este frente de verdades a medias, se plantea la pregunta de cómo la
Reserva Federal podría luchar contra una potencial recesión de la economía
norteamericana frente a una inflación que si bien viene desacelerando lo está
haciendo mucho más lentamente de lo que sería óptimo. Si la economía
norteamericana llegase a mostrar síntomas de significativa desaceleración para
el segundo semestre del 2024, la Reserva Federal tendría un serio dilema de dos
dimensiones en el sentido que debiera estimular la economía bajando tasas de
interés pero al mismo tiempo no podría hacerlo por la resiliencia que viene
mostrando la inflación. La resistencia inflacionaria impediría que se pueda
activar un nuevo “put gratis” de los múltiples que viene ejecutando la Reserva
Federal desde el 2008 en este caso, con el objetivo de evitar una potencial
recesión. De a poco, los datos de la economía real norteamericana vienen
insinuando que la desaceleración se generaliza y la misma bien podría ocurrir
ante la inexistencia de un “put gratis” que le permitiera a la Fed bajar tasas
de referencia para estimular su economía, prolongando entonces un eventual
contexto estanflacionario. ¿Habrá creado la Fed su propia trampa de liquidez?
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