Dadas las limitadas herramientas de las que
dispone este gobierno por voluntad opositora, la gestión de economía es
impecable. Se hace lo que se puede y lo que se hizo es mucho relativo a la poca
herramienta que se dispone. Criticar es sano pero disfrazarse de Hayek en
Peronia todos los días del año es estúpido. Escucho mucho personaje local muy
armagedónico respecto a la Argentina y mi respuesta en este frente es que en el
mejor de los casos la convergencia hacia algo mejor será muy vertical y esquizofrénica,
con idas y vueltas muy violentas pero se hace indispensable considerar que se está
haciendo mucho con las pocas herramientas existentes. Bajo este contexto, es
relevante considerar que en la economía argentina actual todo es una verdad a
medias. Este equilibrio general comienza a arrojar señales preocupantes
entendiendo que los que impiden la convergencia hacia algo normal son los
mismos de estos últimos ochenta años. Pareciera que vivimos en la Argentina del
“no a todo”, una nación que desesperadamente necesita cambiar, pero con una
notable resistencia política que lo impide sistemáticamente, muy a pesar del
costo que dicha actitud genera para la mayoría de los argentinos. Recuerden que
de la Ley Bases original el Congreso aprobó solamente una pequeñísima fracción,
un detalle que en general se suele “olvidar”.
Nuestra economía es un sistema a
contratendencia único. Es hoy un intento libertario pero con raíces extremadamente
comunistas heredadas de veinte largos años. Todo, sin excepciones, funciona al
revés en esta Argentina pero aun así existe una contundente masa opositora que
defiende este equilibrio el cual ha enriquecido a muchos políticos y ha
acostumbrado a una proporción no insignificante de la ciudadanía a sentirse muy
cómoda debajo de la aparente protección de un Estado enorme. De esta manera, en
el mejor de los casos, la convergencia será "esquizofrénica” y así lo
estamos observando cotidianamente y ojalá podamos converger alguna vez y para
que ello ocurra los argentinos deberán comprender que el dilema heredado obliga
a una paciente y casi infinita espera. A muchos argentinos les cuesta
comprender que sin cirugía total del sistema regulatorio y legal argentino,
nuestra economía necesitará de distorsiones permanentes para alcanzar objetivos
limitados, siendo la desinflación, el prioritario en la actualidad. En este
contexto, el cepo es la expresión directa de una economía que intenta ser
libertaria pero que sigue siendo talmente dominada por la inercia comunista K.
La resistencia política le impide al gobierno
reestructurar la economía y normalizar su funcionamiento. La apreciación del
peso vs el dólar es uno de varios síntomas de una economía que en esencia sigue
siendo kirchnerista no por voluntad del gobierno sino por imposición de la oposición.
En el mejor de los casos, lo único bueno y no es poco, que este gobierno tendrá
para mostrar en las elecciones de 2025 se refiere a una fuerte desinflación y
con dicho resultado intentar ganar contundentemente las legislativas y
conseguir de esta forma, las mayorías necesarias para hacer el resto, un resto
que el congreso opositor se niega a acompañar. Resulta evidente que no se podrá
avanzar en conceptos de cambio estructural al menos hasta 2025. Esta Argentina
libertaria hasta ahora es mayoritariamente un formidable relato de ideas
ortodoxas que son permanentemente frenadas por la oposición, cuyo objetivo aparente
es que este intento de cambio se diluya. El desafío libertario es empezar a
transformar relato en realidad pero solo con las mayorías necesarias en 2025,
antes, la oposición se encargará probablemente de impedirlo y el mercado ha
comenzado a notarlo, sin drama pero a la vez, sin pausa.
Muchos de los pesos del sistema todavía están
atrapados en el cepo, y es precisamente este cepo nefasto e interminable, el
que hace que nuestra economía funcione totalmente al revés. Da la sensación de
que este dólar planchado tiene un objetivo excluyente: desinflacionar más
rápido aun cuando sea “una verdad a medias”. Con cepo, ningún precio es
totalmente sincero. Probablemente, esta administración sabe que deberá darles a
los argentinos una buena noticia en breve y la única que tiene y tendrá hasta
2025 es la desinflación, insisto, una métrica a medias dadas las distorsiones
que impone el cepo. El cepo es la forma de generar un ancla nominal ficticia con
la intención de incrementar la velocidad de la desinflación. Esta estrategia
parece insostenible a largo plazo en especial cuando uno lo compara con otros
episodios de “dólar barato” en nuestra tumultuosa historia económica, los
cuales jamás culminaron bien. Cuando finalmente se libere la cantidad de pesos
atrapados en el cepo, recién ahí sabremos el verdadero valor de las cosas.
Lo irónico es que el “cepo como distorsión” se
convierte precisamente en “la” herramienta para eliminar “la inflación como distorsión”.
Eliminar el cepo y dejar que todos los precios se sincerasen inmediatamente
sería una decisión muy ortodoxa y liberal, pero pareciera que nuevamente, optamos
por una decisión más keynesiana del problema en reacción probablemente a una
severa restricción social. Es probable que en todos estos intentos de cambiar
de cuajo a nuestro país que literalmente funciona al revés, una mayoría
relevante de la clase política siga diciendo que no a todo hasta la próxima
elección. Es importante considerar que seguiremos en "estado no"
hasta 2025 por lo que la mayoría de las restricciones económicas K seguirán
prevaleciendo en nuestro dañado sistema económico y esto es muy a pesar de un
correcto diagnóstico libertario que adolece de herramientas limitadas con
objetivos múltiples.
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