La dicotomía entre Wall Street y el cabotaje
hablador. Se
percibe cierta preocupación en el mercado local referida a la posibilidad de un
“estrangulamiento cambiario” en la Argentina, aspecto que obligaría a una
sustancial devaluación. Quizá, más que preocupación es una expresión de deseo
de esa parte de la sociedad prebendaria a la que la va muy bien cuando al resto
del país le va muy mal. Esta retórica devaluadora se escucha con cierta
frecuencia entre analistas económicos, políticos y periodistas, todos ellos,
locales.
Sin embargo, esta realidad percibida por
personajes del “cabotaje interno” contrasta ampliamente con la opinión que Wall
Street tiene actualmente sobre la Argentina. Y recuerden: quienes se posicionan
masivamente en activos de nuestro país son los operadores de Wall Street y no
los habladores locales que difícilmente “ponen la plata donde ponen la boca”. Desde
los principales bancos de inversión norteamericanos se escuchan augurios de una
economía que promete seguir desinflacionándose y al mismo tiempo exhibir un
fuerte rebote económico para este 2025 que recién comienza. Bajo este marco, desde
los Estados Unidos no se observan augurios mega-devaluadores como los que se
escuchan con bastante frecuencia desde la Argentina proteccionista, esa que te
vende un zapato cuatro veces más arriba de lo razonable. Nuestro país es el
paraíso del “margen peronista”: si te puedo cobrar n veces más caro, ¿por qué
no hacerlo? Dicha sobre-renta solo es posible por el cerramiento económico.
Y entonces, el argentino que vive atrapado en
la confusa localía de esta tribu está acostumbrado a perder permanentemente y a
esperar que ninguna mejora sea posible a mediano plazo y no los culpo: así
venimos desde 1945. Bajo esta recurrente postura psiquiátrica de tanto compatriota
deprimido, resulta razonable comprender por qué se sigue esperando una crisis
cambiaria bajo la noción de que el peso “está caro”. Y en este aspecto resulta
indispensable comprender que desde el default del 2001 la Argentina vive como
un país cuasi-comunista con todos los males que se le atribuyen normalmente a
toda economía socialista: regulación extrema, cerramiento económico, exceso de
gasto, falta de productividad, crónica debilidad cambiaria, pobreza en máximos,
etc. Pero esta vez, por esas cosas que depara la suerte, Argentina descubrió un
tesoro bajo tierra, Vaca Muerta, lo cual en sí mismo es una excelente noticia a
pesar de que millones de argentinos todavía no lo comprendan, porque siguen
pensando a la Argentina con la siempre perdedora lógica comunista.
Dos cosas muy relevantes han cambiado en este último
año que quizá obliguen pensar a la Argentina de una forma totalmente diferente respecto
a los recientes años K. Primero, estamos nuevamente intentando aplicar un
modelo libre de mercado basado en los principios básicos que suelen utilizar aquellos
países que suelen ser exitosos: apertura económica, ortodoxia fiscal y
monetaria, desregulación, protección a la propiedad privada. En suma,
intentamos apartarnos del anterior modelo comunista y como en los 90 tratamos
de girar hacia el otro extremo buscando nuevamente una economía competitiva.
Para los que siguen deseando un nuevo fracaso, comentan que este modelo es “igual
al del menemismo” y que por lo tanto, más temprano que tarde, colapsará, tal como
lo hizo el anterior. Y si bien en Argentina el fracaso nunca debe ser un
escenario a ignorar, existen dos diferencias sustanciales entre este modelo de
mercado versión 2025 y aquél aplicado por 1995.
El actual modelo liberal intenta un “superávit
fiscal”, mientras que el menemismo culminó siendo altamente “deficitario”.
No es lo mismo “gastar de más” que “gastar de menos”. Este “pequeño” detalle caracterizó
a los años finales de la convertibilidad por ser un modelo con déficit
fiscal financiado con deuda lo que a su vez generaba una masiva entrada
de dólares por cuenta capital que permitía seguir con un “peso caro”. Pero
esos dólares “nunca fueron nuestros”. Dado que a diferencia de Estados Unidos,
un país emergente no puede financiarse con deuda de manera eterna, si no hay
corrección fiscal, tarde o temprano, el modelo colapsa, tal como ocurrió en
2001. De esta manera, el anterior intento de liberalismo tuvo una secuencia
perversa y costosísima: 1) gastamos más de lo que podíamos, 2) esto generó
déficit fiscal crónico, 3) el cual se financió con emisión de deuda soberana,
4) lo cual a su vez, generó entrada masiva de dólares no genuinos vía cuenta
capital, 5) lo cual a su vez permitió vivir por años con un “peso caro” que
financiaba el resto del mundo, 6) hasta que finalmente no pagamos lo que
debíamos, defaulteamos en 2001 y vino el comunismo K por veinte eternos años.
El actual modelo liberal además, intenta
ingresos de dólares genuinos vía “cuenta comercial” y no por “cuenta capital”. El
desarrollo de Vaca Muerta que ya promete generar para 2025 “13.000 millones de dólares”
implica que entrarán a la Argentina nuevos dólares masivamente pero de manera “genuina”
a través de la exportación de energía al resto del mundo y no como consecuencia
del endeudamiento de los 90. Este “pequeño detalle” podría cambiarlo todo, dado
que del anterior modelo liberal menemista caracterizado por la inexistencia de dólares
genuinos una vez que se terminaron las privatizaciones, este nuevo intento de modelo
liberal probablemente disponga a futuro de muchos dólares generados por Vaca
Muerta. O sea, dólares propios y no la insostenible falopa de los 90.
Quizá entonces y aun cuando a algunos les pese,
sea un grave error pensar a la Argentina con los parámetros de los últimos
veinte años comunistas. Quizá Vaca Muerta genere en nuestro país un formidable
cambio de parámetros en tanto y en cuanto siga en manos liberales y fuera de
las garras socialistas del peronismo y radicalismo. El desarrollo de Vaca
Muerta es como habernos encontrado de golpe con “otro campo más” como generador
de divisas. En sí mismo es un evento para celebrar aunque todavía millones de argentinos
no lo comprendan. Pensar a esta Argentina con los parámetros comunistas K
podría ser un gran error de concepto. Quizá esta vez, el éxito pueda ser un
escenario alcanzable. Que Dios o Satanás, o ambos, lo permitan en esta ocasión.
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