Si el proyecto libertario sigue ganando
elecciones como espero, se fortalecerá otra vez el concepto de la Argentina
exportadora al mundo, ese que nos hizo grandes por 1900, basado en nuestras
ventajas relativas y no en la insostenible preservación de industrias que nunca
debieron haber existido en primera instancia, fruto de permanentes subsidios,
cerraduras económicas, un peso regalado y beneficios internos, a costa de la
distorsión y empobrecimiento de toda una república.
Desde su mismísima creación, Argentina depende
enteramente del campo, el único sector eficientemente productivo de nuestro país.
Y precisamente por tener dicha característica relativa ha sido presa de cuanto
político de turno pudo pellizcarle algo de su producido al punto tal de crear
un sistema confiscatorio de retenciones inaceptable en cualquier país del mundo
a menos que vivamos en Peronia, esa tierra del cono sur repleta de
contradicciones permanentes que asfixian al que produce eficientemente y premia
al que no lo hace. Y así venimos existiendo desde 1945 y bajo este marco resulta
muy evidente que habiendo podido ser Australia, lamentablemente nos confinamos
a vivir como una nación muy chiquitita, muy socialista, muy pobre, muy
confundida, muy frustrada y cerrada, pero todavía con mucha suerte, una que no
merecemos y que en la Argentina de hoy se llama “Vaca Muerta”.
Es altamente probable que en lo referente a la capacidad
de generación de divisas para el 2025, Vaca Muerta comience a acercarse significativamente
al campo, algo impensado tan solo cinco años atrás. El evento concreto de que
el sector energético argentino pueda comenzar a generar en magnitud divisas
para la Argentina, seguramente comenzará a derramar positivamente para el
campo. La sobreimposición al sector agropecuario, fruto de una nación que nunca
supo producir otra cosa eficiente que no fueran productos agrícolas, encuentra
ahora una salida potencial de la mano de un sector energético que en la medida
que siga desarrollándose como se espera, comience a liberar al campo de su histórica
responsabilidad: financiar la ineficiencia intencional y sistemática de todo un
país.
El crecimiento notorio y exponencial de Vaca
Muerta como generador de divisas para un país ávido por las mismas, genera críticas
locales en el sentido que se dice que en definitiva, el desarrollo del sector energético
no nos diversifica porque Argentina seguiría dependiendo y aún más, de la exportación
de commodites y se sabe muy bien que los mismos exhiben altísima incertidumbre
de precios, algo que nuestro país tuvo que tolerar con la soja, el trigo y el
maíz, durante décadas. Sin embargo, resulta relevante destacar que el petróleo
y gas tienen correlaciones débiles con los commodities agrícolas. Esto quiere
decir que si nos toca un mal año en soja, probablemente no ocurra lo propio en
energía, y viceversa. La inclusión de la energía al portfolio productivo de la Argentina
no sólo le incrementa su potencial de generación de moneda extranjera sino que
a la vez, la diversifica del “riesgo soja” y eso en sí mismo es una excelente
característica a incorporar en nuestra capacidad de generación futura de dólares.
Como conclusión entonces: Vaca Muerta contribuye en dos dimensiones, una
referida a la “escala” y otra a la “diversificación”.
La “escala” ayudaría al campo en el sentido que
si por primera vez en nuestra historia, al sector agropecuario se le sumase efectivamente
un socio productivo, su carga como único sostén del país se reduciría y con
ello, las nefastas retenciones. La “diversificación” ayudaría en el sentido de
que si un año se plantea como flojo para el campo, un sustituto de igual
magnitud le restaría el peso de seguir manteniendo a un país incapaz de
producir otras cosas de manera eficiente.
Resulta difícil entonces no imaginar un futuro
mucho más próspero para nuestra nación fundamentado en la existencia de dos
motores formidables de crecimiento futuro: uno el campo, que siempre cumple y
ahora otro nuevo, el energético, con la capacidad de competir al máximo nivel
internacional y de igualar en magnitud a las bondades del sector agropecuario. Si
el proyecto libertario sigue ganando elecciones, volverá otra vez el concepto
de la Argentina exportadora al mundo, ese que nos hizo grandes por 1920, basado
en nuestras ventajas relativas y no en la insostenible preservación de
industrias que nunca debieron haber existido en primera instancia, fruto de
permanentes subsidios, cerraduras económicas, un peso regalado y beneficios internos.
Si este fuese el caso, claudicarían los sectores
locales ineficientes, de escasa capacidad de crecimiento, de reducida capacidad
de innovación y de limitadísima capacidad de empleo, abriendo la puerta a los
nuevos motores exponenciales de progreso. El desarrollo de Vaca Muerta y su
sinergia positiva para con el campo, le permitirían a la Argentina resolver un
problema generado por el peronismo: la existencia de una industria prebendaria
que en su desarrollo generó un país que funciona literalmente “todo” al revés y
que a su paso solo fue capaz de producir millones y millones de pobres. Vaca
Muerta es la clave del cambio y es el nuevo gran aliado del campo, un sector
vapuleado y explotado desde 1945 por cuanto político pululó en esta tierra.
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