Brutales últimos dos días hábiles de la semana
anterior que entre otras cosas marcaron el viernes pasado la jornada de mayores
ventas para el mercado de acciones norteamericano en toda su historia. La liquidación
de riesgo global fue incesante, sin paz y sin pausa. Habiendo dicho esto, las
siete tecnológicas grandes todas, cerraron el viernes en bear market (definición
que aplica cuando un papel está más de 20% negativo respecto a su máximo histórico)
y lo propio aplica para los principales bancos norteamericanos. Dada la magnitud
y velocidad del daño, es imposible a esta altura dimensionar el tamaño potencial
de esta guerra de tarifas iniciada desde los republicanos el pasado miércoles y
respuesta por China el pasado viernes. Especialmente, el viernes de la semana anterior
observamos un selloff (venta masiva) global y generalizado que impactó a todo índice
de acciones relevante llevándolos a niveles severamente negativos en este cisne
negro autoinfligido. La gran pregunta es cuál será la magnitud final de todo
este delirio, cuánto se negociaría entre los bloques relevantes para neutralizar
parcialmente los efectos de la semana pasada y cuánto pondría en peligro todo
esto a un modelo libertario que centra en el desarrollo energético un ancla crucial
de toda su estrategia, recordando que desde el anuncio tarifario de Estados
Unidos el petróleo está 15% negativo en solo dos ruedas de trading. Si bien a
esta altura de los acontecimientos es imposible dimensionar los nuevos parámetros
de la economía global resulta útil contemplar al modelo libertario en perspectiva,
reconociendo que este nuevo cambio paradigmático podría afectarlo todo.
Lo que se observa con este modelo libertario es
el intento de un cambio rotundo de parámetros para la economía argentina y el
principal responsable de dicho evento es Vaca Muerta. Ante este relevante intento
de cambio de paradigma resulta óptimo concentrarse en el mediano plazo que ya
se nos viene encima. La gran apuesta de este gobierno libertario es desarrollar
al sector energético en primer lugar, y al minero, en segundo. Siendo
conservadoramente optimistas, estamos hablando de un motor potencial de generación
de divisas que empezaría a devengar unos USD 10 mil millones de dólares por
año, recordando que en 2024 el saldo comercial de energía fue de USD 6 mil
millones. Este proceso es entonces el intento de un modelo de “apreciación
endógena del peso” que si resulta exitoso, ocasionaría un equilibrio general para
la economía argentina totalmente distinto dado que se produciría una contundente
rotación de recursos. Pensando en un modelo de economía abierta al mundo, hay
algunas industrias que fueron muy rentables en los tiempos de los subsidios populistas
y ahora dejarían de serlo. Y muchos sectores que desaparecieron con el populismo,
ahora empezarían a ser rentables nuevamente. Resulta muy natural lo que podría acontecer
localmente y se explica primordialmente por un cambio sustancial de precios
relativos que beneficiaría a todo el componente energético y minero, perjudicando
a la vez, a lo que antes era prebendario y subsidiado y que ahora debería
competir en una economía que paulatinamente se empezaría a abrir al mundo con
todas las ventajas que dicha realidad tiene para los 45 millones de
consumidores argentinos. Esperemos que el tarifazo global de la semana pasada se
modere de alguna manera para no diezmar semejante intento de cambio.
En este nuevo contexto que se intenta, se observaría
una composición totalmente distinta del empleo. A mediano plazo, Argentina descubrió
un tesoro energético y dicho hallazgo no puede ser una mala noticia si se lo
administra con idoneidad. Por lo tanto, si se siguiese implementando este tipo
de política económica, resulta natural ponerse optimista en lo que puede ser el
futuro macroeconómico de nuestro país. Tarifazo republicano aparte y esto no es
un detalle trivial, el peso se seguiría apreciando a largo plazo y aquellas
industrias que no puedan competir con dicha dinámica irían desapareciendo y serían
reemplazadas por los nuevos motores del crecimiento: energía, minería y el
campo, que siempre cumple a pesar de todo lo que le hacen.
El plan libertario funciona mediante conceptos
básicos pero a la vez, contundentes. El modelo se basa en estos ingredientes:
1) una base monetaria amplia constante, 2) un superávit fiscal destinado a
comprar reservas, 3) y el riñón más importante de la estrategia libertaria representado
por el sector energético que sería el gran generador de divisas para los
próximos años. Dicho sector sería un “nuevo campo” que antes no teníamos y
ahora sí podríamos tener, por lo que la diferencia con la historia reciente sería
contundente. Este país está tan acostumbrado a perder y a que todo salga mal,
que nos cuesta convencernos de que podríamos estar desarrollando un nuevo
tesoro que está bajo tierra. Por el bien de esta nación, ojalá que la guerra de
tarifas iniciada la semana pasada encuentre un punto de cordura inmediata.
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