Este
equipo económico que tanto critican es el que evitó una hiperinflación al inicio
de la gestión. Si hubiéramos entrado en hiperinflación, los niveles de pobreza
hubieran sido históricamente altos y esta administración lo evitó. Es por
momentos tan enorme la ignorancia del electorado argentino y la intencional desinformación
de la mayoría del periodismo que mucho votante cree que esta gestión fue
errónea en lo económico. Pretender, en un año y medio, dar vuelta un siglo de
errores es absolutamente imposible, independientemente del presidente que esté
al mando. El rumbo que encaró este gobierno es sumamente correcto y si
Argentina se compromete en esta dirección, los resultados a diez años vista serán
contundentes. Y si a alguien le parece que diez años es mucho tiempo para una nación,
nadie puede hacer magia en economía, una disciplina que necesita paciencia,
convergencia y la aplicación de criterios razonables y mantenibles a lo largo
del tiempo. Algo que normalmente la pendularidad del argentino bipolar no
comprende, razón por la cual siempre terminamos en escenarios de crisis,
alternando entre un presidente y otro.
La
historia económica del país es la mejor evidencia de esta dificultad para
sostener rumbos. Cada intento de estabilización choca con la ansiedad de una
sociedad que exige resultados inmediatos, como si las décadas de desorden
pudieran deshacerse en cuestión de meses. La tentación populista siempre
aparece: promesas de soluciones instantáneas, subsidios que alivian el corto
plazo y la ilusión de un bienestar que nunca llega a consolidarse. Los datos
hablan por sí solos. Cada vez que un gobierno plantea políticas de mediano y
largo plazo, los incentivos electorales y la presión de los sectores más
impacientes terminan minando la continuidad. El resultado es una cadena de
fracasos que se repite: inflación que vuelve a dispararse, déficit que
reaparece, credibilidad que se evapora. La paciencia social es, quizás, el
recurso más escaso de la Argentina.
Es
justamente esa falta de paciencia lo que erosiona cualquier posibilidad de
convergencia. Un plan económico, para ser exitoso, requiere algo más que buenas
intenciones y coherencia: necesita tiempo, consistencia y la certeza de que las
reglas no cambiarán a mitad de camino. Sin esos elementos, el capital
productivo se retrae, la inversión se frena y la economía vuelve al punto de
partida. Hoy el desafío es doble. Por un lado, sostener las políticas que
apuntan a corregir los desequilibrios estructurales. Por otro, construir un
consenso político que permita transitar los próximos años sin que cada elección
implique un borrón y cuenta nueva. La conclusión es clara: la economía se lleva
mal con la impaciencia y requiere por el contrario, continuidad, reglas claras
y un compromiso que trascienda a un gobierno. Hasta que la sociedad argentina
no asuma esta realidad, las crisis seguirán apareciendo como fantasmas
recurrentes.
Ochenta
años rompiendo a un país y, aun así, los argentinos no pueden darle a ningún
gobierno ni dos años para converger a nada. Esta crónica ansiedad siempre los
regresa a un ángel populista que los termina empobreciendo y empezamos todo de
nuevo, pero desde otro escalón mas abajo. Lo que está ocurriendo en el mercado
financiero argentino, Merval, bonos hard dólar y tipo de cambio, no se puede
frenar con decisiones económicas. Resulta indispensable que este gobierno solidifique
alianzas políticas relevantes. El mercado exige eso y te va a romper hasta que
se entienda. Hasta que no haya una contundente reacción política de este
gobierno libertario, Merval, bonos hard dólar y todo lo demás se seguirá
rompiendo, sin pausa y sin piedad.
Si
este gobierno libertario decide "no cambiar en absoluto" el rumbo
económico, entonces perderán las elecciones. Es así de simple. El desafío
libertario es que socialdemócratas progresistas los voten. No es fácil: habrá
que hacer concesiones económicas o si no se termina el sueño liberal, otra vez.
Esto no es Noruega, somos Peronia. Es posible que, para conseguir un
"ancla política", este gobierno libertario deba resignar algunos
elementos parciales de las anclas monetaria, fiscal y cambiaria.
Gobernabilidad
vs. velocidad de convergencia macroeconómica: se viene este trade si los
libertarios tienen una aceptable elección en octubre. ¿Y si no ocurre? Listo,
se rompe todo en una mañana. Los argentinos son expertos en auto piñas
políticas y cisnes negros autoinfligidos. La alianza con el radicalismo y el
pro es indispensable para no perder las elecciones de octubre y conservar
gobernabilidad. Es posible lograrlo, pero no será gratis. Después de octubre pareciera
razonable no descartar concesiones macroeconómicas que, sin ser dramáticas,
sacrifiquen un poco de las tres anclas económicas, cambiaria, fiscal y
monetaria, para asegurar el ancla política.
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